lunes, 30 de septiembre de 2019

Una cabeza llena de fantasmas, de Paul Tremblay




Esta es una de esas novelas que no te deja indiferente. Y cuando una historia consigue generar ese tipo de sensaciones, cuanto menos, debería ser considerada como una buena obra. Terminado el libro aún no se si me encuentro ante una genialidad o una tomadura de pelo. El autor te plantea una situación que ya has leído o visto en numerosas ocasiones. Una adolescente que tiene problemas extremos de comportamiento y una familia que se debate entre la ciencia y la religión.
Hasta ahí todo muy convencional y acorde al subgénero que abarca. Pero el autor toma una serie de decisiones de lo más interesante. 
En primer lugar nos presenta la narración de la historia bajo la mirada de una niña de 8 años. Y eso hace que sea el lector el que tenga que ir poco a poco asumiendo que los hechos que le narran no son exactamente como lo cuenta la pequeña. Con todo lo bueno y malo que esa visión implica. Porque lo que una pequeña percibe como terrorífico puede que no lo sea tanto y, al mismo tiempo, puede dar por natural aspectos que son estremecedores.
Por otro lado, la presencia de una narración paralela a los hechos que narra la historia burlándose de todo aquello que has leído, comparándolo con cada uno de los estándares del género, le da una visión escéptica a tu propia visión, sin que termines por tener bien claro que es lo que realmente está pasando.
Y luego llega el momento en que pone en bandeja al lector un pequeño detalle que confiere a la historia de una absoluta y demoledora libertad para que seas tú quien decida acerca de los hechos. Genialidad que te puede o no gustar, pero que me lleva reventando la cabeza desde las tres de la madrugada.
Sumémosle a la historia críticas sociales de todo tipo, más o menos acertada, a los medios de comunicación, religión, familia, escuela...llénalo de referencias a la cultura pop del terror de todos los tiempos y ya tienes la fórmula perfecta para un libro lleno de matices que tienes que leer. ¡Ya!

Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson





El terror de esta novela empapa cada una de sus palabras. Agazapado ahí, entre sutiles frases. Comentarios en apariencia inocentes que esconden lo que la novela quiere esconderte. Shirley Jackson lo consigue, de nuevo, presentando una historia en apariencia onírica y sutil que oculta una auténtica dosis de terror, de ese terror que se clava en tu cabeza y que no tiene que ver con monstruos, fantasmas, demonios o criaturas inimaginables. O bueno, depende de lo que consideres fantasmas, demonios o criaturas inimaginables porque nada es lo que parece en esta novela.
Una historia en apariencia sencilla se va desgranando en pequeñas dosis perfectamente encajadas en una narración en todo momento perturbadora. Bajo la particular mirada de Merrycat, inocente o devastadora, vamos conociendo la historia de una familia con un pasado oscuro. En pequeñas píldoras vemos la fascinante personalidad de esta pequeña, a la que los vecinos del pueblo miran con odio por el mero hecho de pertenecer a los Blackwood. Y ahí es donde Shirley Jackson, desde el primer momento, empieza a dibujar con quirúrgico acierto una personalidad con la que te va a ser imposible no empatizar.
Porque esta novela está narrada desde el punto de vista de esta pequeña niña de 18 años. Espera, ¿que? Has dicho...bueno, Shirley Jackson siempre va a jugar contigo como lector y te invitará a pasar al mundo onírico de la pequeña Merrycat, a conocer sus miedos, sus rituales de protección, su afán por mantenerse segura y su amor incondicional a su pequeño universo. Todo está narrado desde su corazón, un corazón que reacciona ante un mundo que la señala cuando va por la calle a comprar fruta, cuando se para a recoger setas o se sienta a esperar a que le sirvan un café. 
Ya el resto de la historia te la deja a ti como lector para que saques tus conclusiones. Y en eso, nadie como Shirley Jackson para plantearte semillas en tu cabeza que germinarán desde que cierres el libro y pienses en releerlo inmediatamente.

Joyride, de Jack Ketchum


Escribir una reseña de una obra como esta, momentos después de haberla leído, es asumir que tus palabras están cargadas de toda la visceralidad que transmite el autor en cada capítulo de esta perturbadora historia. Un viaje sin retorno a lo más profundo de la maldad humana en el que Ketchum consigue, y eso es toda una proeza, que odies al personaje central de esta novela.
Y mira que, con que te pares un momento a pensar, la mayor parte de los individuos que aparecen en esta novela son seres con una moralidad a todas luces cuestionables. Ya el autor en los primeros capítulos se encarga de moldear tus pensamientos para que aprecies la escala de grises en la que se va a mover la novela. Personajes atormentados y atormentadores que harán todo lo que esté en su mano para satisfacer sus objetivos. Personajes a los que despreciarías sin dudarlo por sus actos y, sobre todo, por sus pensamientos. Personajes que aparecen en un solo capítulo, sueltan su discurso y te consiguen remover las tripas...
Pero, ¡vaya! El autor consigue a lo largo de las páginas de este libro, que se leen sin que apenas te des cuenta porque no puedes dejar de hacerlo, que todos esos personajes te importen. 
Te pasas la primera parte de la novela esperando la explosión de locura de Wayne Lock y toda la segunda parte  odiándote a ti mismo por haber tenido esos absurdos pensamientos. Porque una cosa es imaginarlo y otra bien distinta tener que leerlo. Jack Ketchum no quiere que sumes víctimas sino quiere que seas parte de ellas y se encargará de recordarte en todo momento que lo que vas a leer, lo que estabas deseando leer, lo que pedías a gritos que necesitabas de esta novela, no es nada agradable.
Un viaje a la parte más horrenda de la naturaleza humana. Ya lo deja bien claro el autor en el prefacio: “ni siquiera puedes moverte en este mundo sin hacer daño a algo”

Micosis, de Enerio Dima




El terror tiene muchas caras. La mayor parte de las historias terroríficas nos presentan una amenaza que viene para llevarnos a lo más profundo de la oscuridad. Estamos indefensos ante su presencia y poco podremos hacer ante la posibilidad de una muerte inminente.
Pero existen otro tipo de historias que, a poco que te metas en ellas, son aún más aterradoras. La reconoces porque te sientes plenamente identificado con el personaje que las protagoniza. En esas historias tu mente se ve envuelta por un tipo de amenazas ante las que no te servirán los crucifijos, las balas de plata, el agua bendita o ser la última de las personas que se enfrenta a ellas. Son amenazas reales que puedes vivir en cualquier momento, si no lo estás haciendo ya.
Y en esta novela de terror ese tipo de amenazas está presente en cada una de sus páginas.
Y no es que no haya amenazas externas a la protagonista, que las hay. El mismo título de la novela deja bien claro que  la tranquilidad en esta pequeña obra va a brillar por su ausencia. Una infección devastadora aparece y no tiene pinta que  vaya a ser sencilla de controlar.  Y eso siempre genera tensión y, con la tensión, viene el miedo. Un miedo a lo desconocido, a la incertidumbre, al presente inmediato y a un futuro indefinido.
Pero cuando te metes en la piel del personaje que conduce esta novela, cuando la acompañas a esos baños a sentarte a solas con ella, cuando miras en su espejo y te ves a ti mismo reflejado...tiemblas.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Coraline, de Neil Gaiman



Hubo un tiempo en el que las historias y cuentos que se narraban a los niños implicaban el tratarlos con respeto. Entender que, pese a su temprana edad, son personas con la necesidad de desarrollar sus propios criterios, mejorar su espíritu crítico y conseguir las armas necesarias para poder enfrentarse a sus miedos. 
Las historias que presentaban los hermanos Grimm estaban llenas de amenazas para los niños. Brujas, Lobos, madrastras y otros villanos estaban ahí para atormentar sin contemplaciones a los protagonistas de aquellas historias y, de paso, a los lectores que se aferraban ante la posibilidad de que metieran en un horno a un pobre niño indefenso o que un lobo esperara agazapado en una cama para comerse de un bocado a la pobre caperucita.
Por desgracia, la literatura infantil se ha ido diluyendo en medio de lo políticamente correcto, salvo en contadas excepciones. Proteger sus sueños y llenarlos de otros miedos más reales para los que no están preparados. Presentarles brujas buenas, trolls colegas y vampiros vegetarianos. Ese tipo de narraciones tan habitual en estos tiempos hace que, cuando lees Coraline, te des cuenta de lo fascinante que puede llegar a ser una historia simple como esta, con mucho más que contar que lo que se ve a primera vista y que no duda en ningún momento de usar todo lo que tiene para que la pequeña Coraline se enfrente a sus miedos y asuma las consecuencias de sus actos.
El enfrentamiento entre la pequeña y la villana de esta novela corta es toda una experiencia brutal, divertida y, por momentos terrorifica. Gaiman aprovecha toda su maestría para que los que lo lean disfruten de esa sensación tan visceral y necesaria que es la de sentir miedo.
Una novela fascinante y necesaria que explica muy bien el porqué este autor está siempre entre los más valorados por los lectores.

La chica descalza en la colina de los arándanos, de Nieves Mories



Intentar hacer una reseña de una novela corta como esta es entrar en un absoluto destripe de la trama. Y creo sinceramente que lo mejor es no conocer nada de ella y sentarse sin más a disfrutar de una historia brutal en la que, a cada paso, te vas adentrar en la oscuridad más absoluta.
Tan solo adentrarse en el primero de los capítulos te valdrá para preguntarte acerca de lo que está pasando. La manera de narrar que tiene la autora es fascinante, en especial el modo en el que retuerce las palabras. Una sensación curiosa porque conforme avanzas en la trama y empiezas a descubrir lo que se oculta en ese pueblo de Blueberry Hill te das cuenta que la historia, y la misma narración, se va oscureciendo hasta que sientes que es a ti mismo a quien le falta el aire. 
Secuencias perturbadoras, humor negro, suciedad en el aire y el ambiente...está historia merece la pena ser descubierta porque, en el fondo, la hemos visto en cada uno de nuestros pueblos.

La chica que amaba a Tom Gordon, de Stephen King



La historia que cuenta King en esta pequeña novela no es una novela de horror al uso y, sin embargo, resulta aterradora en todo momento. La historia de la pequeña Trisha, enfrentada a una naturaleza hostil e implacable en la que pequeños mosquitos te recuerdan constantemente que eres tú la presencia extraña en esta novela, te estremece. Una naturaleza agresiva, implacable y consciente de su ventaja que tiene ante una niña cuya única arma es su profunda admiración hacia su amado Tom Gordon.
Y claro, cuando uno ve el título de esta obra se pregunta el qué pinta este jugador de béisbol en una novela de Stephen King. Yo no tengo muchos conocimientos de este deporte, más allá de algunas de las reglas básicas. Y aquí te encuentras con menciones continua al conocido lanzador de los Red Sox, desde los mismos títulos de cada uno de los capítulos a las continuas referencias al peculiar modo de juego y rituales de Gordon. Y a pesar de lo arriesgado de centrar buena parte de la trama en un deporte desconocido en gran parte del mundo, no se me puede ocurrir un modo más bonito de enfocar una historia como esta.
Porque la historia es sencilla y tendría todo tipo de razones para terminar siendo aburrida. Continuamente lees el martirio al que se enfrenta una pequeña de nueve años en ese mundo hostil, sin apenas alimentos ni agua, sola y pérdida. Pero en ningún momento pierdes el interés por la historia, porque los registros que maneja King en esta obra son magistrales. Tú eres esa pequeña y tú estás solo con ella, como si fueras el mismo Tom Gordon aconsejándola y dándole el cariño que necesita. 
Lo pasas mal, muy mal con la lectura de esta novela. Pero ¡qué capacidad tiene este escritor de hacer que disfrutes pasándolo así!

Un estruendo sobre las sombras, de Algernon Blackwood



En el mundo de la literatura existen ciertas historias que, desde el momento en que quedan publicadas, se consideran referencia en su género. Por su particular narrativa, por sus nuevos enfoques o por qué tiene ese halo especial que las diferencia del resto. O también, por qué no, porque impactan en otros autores y las elevan a los altares de lo esencial.
Y es que todo lo que escribió Blackwood sirvió como inspiración al indiscutible genio del horror Lovecraft. En esta novela nos encontramos dos de sus relatos y, tras leerlos, entiendes perfectamente los motivos por los que quedo enamorado de la manera de escribir que tiene este autor. 
Quien más o quien menos habrá leído o escuchado por ahí que el Wendigo es uno de los pilares básicos en la historia de la lectura de terror. Aquí está ese relato y conforme avanzas en él entiendes el por qué. Una narración angustiosa, que en base a pequeños detalles, sonidos, aromas, leyendas, te va preparando poco a poco para llegar al punto al que el autor quiere. Y, como seas capaz de entrar en esa historia, terminas por estremecerte. Porque lo que es o no este famoso Wendigo solo lo descubres cuando te introduces en esos bosques aislados de toda civilización y confirmas la historias a las que temen los indios del lugar. A mi, personalmente, me rompió los esquemas y me tocó esa fibra de las que están compuestos los grandes resortes del miedo.
Pero es que hay otro relato en este libro. Y ahí si que me voló literalmente la cabeza. Se llama El bienamado de los árboles. Y es una historia fascinante a muchos niveles. Por un lado, una demostración grandiosa de cómo aterrar con los elementos cotidianos. Aquí un bosque está vivo, o al menos lo parece. Conseguir transmitir esa sensación no es nada sencilla y, cuando lo lees, no haces más que sentir la presencia de esas troncos observándote, dispuesto a lo que su naturaleza desconocida decida. Pero...

...esa es una lectura. Una lectura brutal y totalmente recomendable. Pero...¿ y si el relato fuera una enorme metáfora de algo más cercano y habitual?¿ Y si la amenaza que acecha a la pobre señora Bittarcy fuera una de las torturas más cotidianas y repetidas en la historia de la humanidad, una tortura ante la que ni todo su amor ni la presencia de un Dios ausente pueden enfrentarse? Créanme que la doble lectura de este relato da para mucho, sin quitarle el terror que produce el silencio y el viento.

Grietas en el tejado. Demencia 1, de Leandro Pinto



Un descenso a los laberintos de la locura es lo que ofrece Leandro Pinto en este relato. Y para conseguirlo toma la decisión de mirarse a un espejo lleno de suciedad. Porque no hay nada mejor para describir cada uno de los pasajes en los que se limita la locura, si tiene límites, que hacer una viaje introspectivo hacia quien es el extraño al que vemos cada día en el espejo.
No quiero anticipar nada de lo que ocurre en esta historia. Tan solo puedo pensar en que una creación de esta índole tiene toda la pinta de ser dolorosa. Desnudarse ante una hoja de papel supone exponer una parte oculta de ti y no siempre esas zonas quieren ser descubiertas, más cuando eres consciente de que solo un escritor loco puede sacar adelante una obra escrita. 
El juego de espejos que propone no llega a sorprender. Desde sus primeras páginas puedes anticipar los recovecos por los que te perderás y, a pesar de todo, te sorprendes. Porque eres un Bastian dentro de una fantasía oscura y a pesar de que te fascinan las criaturas que te rodean sabes que tienes que escapar de ellas.

Pero claro, puede que sea el mismo Leandro el que escribe esta reseña. O puede que yo sea un escritor que escribe reseñas pensando que soy Leandro. O puede que las última frase de esta novela siga resonando una y otra vez en mi cabeza a pesar de no estar escritas. Sea como sea, puede que ahora la realidad sea que esté mintiendo y, por tanto, cabe la posibilidad de que mis mentiras solo las lea yo.

Los Sauces. Algernon Blackwood



¿Cuál es la característica necesaria para que una historia dé miedo? Vete tu a saber, cada uno de nosotros puede sentirse más o menos atraído hacia un determinado tipo de recursos que nos atemorice sin que apenas nos demos ni cuenta. Desde la presencia de un ente espectral que escape a cualquier raciocinio a la sorpresa de un humano como tú que porte en sus manos un machete ensangrentado.
El miedo es una sensación personal y tiene un componente psicológico que determina su intensidad. Cada uno de nosotros tiene unos niveles de sugestión variables acordes a su experiencia y a su capacidad de asombro. ¿Cómo  puede un genio de la escritura ser capaz de sugestionar a lector y hacerle sentir parte de la historia que está narrando? Pues ahí está la clave y el mayor secreto de los grandes escritores del género. Algernon Blackwood consiguió inspirar (y aterrar) a contemporáneos suyos de la talla de Lovecraft y una muestra del cómo lo conseguía se encuentra en este relato de Los Sauces.
Y no es que la historia sea muy rebuscada y con miles de sorpresas. Aquí se repiten las artimañas que maneja con asombro Blackwood. Las fuerzas de la naturaleza, o lo que sea que hay en ellas, no están muy de acuerdo en que invadas sus territorios. Nada más y nada menos. Pero es que la forma que tiene de narrar las pesadillas naturales que tiene este increíble autor son dignas de estudio. Árboles que susurran entre ellos y que parecen moverse, aún sin la presencia del viento, sonidos extraños, sombras inesperadas, cambios en el terreno y latidos cardiacos que se muestran en los rostros. Todas y cada una de las descripciones que se narran en este libro acongojan sin que seas consciente de lo mal que lo estás pasando. 

Y cuando un libro consigue eso, es que realmente es muy bueno.

Cadáver exquisito. Agustina Bazterrica


Las sensaciones que me quedan tras la lectura de este libro son contradictorias. Tenía una premisa de lo más interesante y plantea una sociedad de lo más aterradora y, por momentos, terrible. Una sociedad que no deja de ser la misma en la que vivimos, con los mismos miedos, las mismas necesidades y las mismas vergüenzas.
La historia en se mueve bajo el inmenso dolor de su protagonista, que es con diferencia lo más que me ha gustado. Consigues con cierta facilidad identificarte con el personaje y llegas a formar parte del dolor que lo avasalla. Acompañas todos sus pasos y tienes ganas de sentarte a su lado para decirle que no está solo, que le entiendes y que siempre estarás para lo que necesite. 
Pero entonces, ¿que es lo que me falla en esta historia? Pues ahí tendríamos que entrar de lleno en el argumento. No será un destripe (qué bien empleado) ya que la sinopsis del libro invita a adentrarnos en una sociedad en la que ya no existe la carne por la contaminación y muerte de la gran mayoría de los animales. Y tampoco el que en esa sociedad ha institucionalizado el canibalismo, dividiendo a sus ciudadanos en dos clases: los que sirven de alimento y los que se alimentan. 
Ese argumento con el que parte la historia ya es motivo suficiente para poder disfrutar con una historia cruel y descorazonadora. Y la autora se encarga de relatar con todo lujo de detalles algunos pasajes que no van a ser bien tolerados por aquellos sensibles a según qué lecturas. De verdad, hay momentos muy fríos y perturbadores que no serán del gusto de muchos. 
Pero el problema para mi radica en que, desde los primeros capítulos, la historia tiene bien definido el objetivo al que se dirige. Y, aún entendiendo que toda obra literaria lleva implícita la marca personal del autor, en este libro es tan evidente la lectura que toda sutileza queda hundida entre lonchas de carpaccio. Eso está muy bien si tú eres partidario de ese tipo de ideologías pero resulta cansino si no la compartes. 
Y es una pena porque el resto de la obra tiene unas ideas formidables en las que la sugerencia y sutilidad predominan sobre el evidente rechazo a nuestro modo de consumo. Cada capítulo te plantea nuevas cuestiones, entra en asuntos de eterna actualidad, plantea debates y se atreve a plantear ideas muy arriesgadas. Pero todas esas preguntas viene con unas respuestas ya de por si muy masticadas.

Destacar por último la tremenda valentía que ha tenido esta autora por publicar un libro como este. Ni quiero ni pensar la que se la ha podido venir encima arriesgando con una novela valiente y necesaria, aunque por desgracia yo no la haya podido degustar como merece.

Apocalipsis, de Stephen King

 Muchas veces cometemos el error de juzgar una historia en base a las ideas que nos habíamos formado en la cabeza. Nos adentramos en mundos ...